Modelo de Actuación en Emergencia de Cirugía: Volúmen II
Palabras clave:
Ciencias Médicas, Investigación médica, Cirugía, Atención médicaSinopsis
Cuando el Doctor Franklin Encalada Calero me pidió realizara el Prólogo de la presente obra “Modelo de Actuación en Emergencia de Cirugía. Volumen II”, vinieron a mí diversas emociones vinculadas al orgullo por el trabajo de un gran y querido amigo; responsabilidad por la tarea encomendada; curiosidad por el aprendizaje posible; y entusiasmo, mucho entusiasmo, por esta nueva oportunidad para el conocimiento y su producción en el Ecuador. Surgieron interrogantes de todo tipo, como las vinculadas al honor inmerecido en la asignación de la labor.
Hacia Franklin, el amigo, no soy objetiva por la razón ya expuesta, y además, porque soy heredera del profundo afecto que le tuvo Francisco Huerta Montalvo mi pareja, y que me consta, fue y sigue siendo, correspondido; él sí, colega médico y hermano de afinidades. Doy mi palabra de honor: he intentado dejar toda subjetividad en la cajonera de los sueños con alas de cariño, para -a líneas gruesas- dibujar este Prólogo. Encontré impulso, con total humildad intelectual, al conocer que ya Virshow (1860) había descrito a la medicina como una “ciencia social”, al determinar que por una misma enfermedad en la ciudad de Berlín, habría diversas probabilidades de muerte, según el lugar de residencia del paciente. Al saber, asimismo, que a mediados del siglo XX se analizó el impacto de la dieta y estilo de vida de “japoneses californianos”, con respecto a otros genéticamente vinculados y viviendo en Asia, aumentando el riesgo de enfermedades gástricas en virtud de la dieta y formas de vida en América.
Todo fue empezar a leer, para que abordaran mi memoria las expresiones de Bernard Russell, y pensara en ese amor por lo humano que está presente en Encalada Calero, el autor, y que se hace evidente en su mensaje, como cuando enfatiza en la necesidad de que los documentos sobre el consentimiento informado estén pensados desde el paciente; en ese arraigo a su familia, puesto de manifiesto en dedicar su trabajo a su madre, esposa e hijos, y referir a su amigo y colega Pancho Huerta; y en sus actitudes de empatía y de profundo amor al prójimo, que se convierte en el gran sustento de su que hacer.
Franklin, el hombre, hace honor a la Loja humana y gloriosa; a la Loja de letras; a los hombres libres y de buenas costumbres, y logra adentrar a los estudiosos de la medicina, de la salud pública, médicos en ejercicio y ciudadanos todos, en el maravilloso mundo del servicio comprometido, desde el primer capítulo de su obra.
La vocación docente y académica de este latinoamericano que tuvo el merecido honor de ser Ministro de Salud del Ecuador, en un tiempo de grandes complicaciones en el financiamiento y gestión de la salud pública, se hace presente para lograr combinar -de manera magistral- la sencillez en el lenguaje con la profundidad en el contenido. Así, explica qué son los leucocitos, enseñándonos sobre neutrófilos y macrófagos; y cómo la naturaleza se encarga de limpiar no solo de tejidos muertos, sino también de bacterias. Nos lleva de la mano a entender en dónde aparecen los famosos divertículos, logrando que quienes venimos de otros ámbitos del conocimiento, con igual proporción de desconocimiento y de creatividad, podamos imaginarlos como una especie de entes protuberantes, casi como seres diminutos con cara de vejiga, de vida silenciosa y jugando a producir retorcijones. Se luce en diversos temas, por ejemplo, dando a conocer las diversas técnicas para controlar el daño de las hernias.
Encalada en esta obra, no solamente es un cirujano dejando constancia de los conocimientos que deben primar para decisiones y acciones en una sala de emergencias, sino el impulsor de que se haga de la ciencia la mejor práctica -como lo planteara Grimshaw -; es un promotor de la salud que comunica de la importancia de la prevención y el tratamiento oportuno de enfermedades, y hace un continuo llamado al conocimiento y a la acción responsable. Encalada es un referente por su dominio teórico, técnico, y por su experiencia. Se da el lujo de informar, recomendar, y compartir con total desprendimiento las conclusiones de su ejercicio profesional. Así, Encalada, el docente, analiza los llamados Criterios de Tokio para el diagnóstico de Colecistitis Aguda, por ejemplo, mientras que Encalada, el médico práctico, advierte que: “En pacientes con un riesgo quirúrgico elevado, (…) se prefiere como manejo inicial el drenaje mediante la colocación de un catéter de colecistostomía percutánea. Es un procedimiento efectivo, adyuvante a la terapia sistémica, ya que permite drenar la bilis infectada y descomprimir la vesícula biliar, logrando disminuir la severidad de la infección (…)”
Encalada, el médico, es también un gran clínico. Así, con facilidad, por un lado, nos advierte que el aspecto amarillento de la piel, podría ser un indicativo de desafíos con respecto a la bilirrubina, y por otro y con la misma practicidad, nos marca la importancia de observar el color de la orina. Un médico que sabe que, aunque la verdad puede estar más allá de lo evidente, nos enseña a no descuidar los indicios, los síntomas. Da muestra de que sabe investigar para descartar o corroborar. Cuando narra los factores de riesgo de la ictericia obstructiva, el autor hace un implícito llamado de atención, pues se refiere a la obesidad y a la dieta alta en grasas; al alcoholismo y al tabaquismo; asimismo, es particularmente relevante en él, uno de sus varios mensajes implícitos: trascendencia de un acertado diagnóstico en el momento oportuno a la posibilidad de tratamiento.
En su planteamiento, Encalada es enfático en la necesidad de realizar un manejo bioético de las situaciones médicas en todo momento, y en donde sea a partir de la ética (deber ser como máxima en la toma de decisiones médicas) que se dé el trabajo con el paciente, y que en las intervenciones quirúrgicas se conozca y aplique los avances de la ciencia y de la técnica. Ello nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de que la bioética y la responsabilidad social tengan un sitial de honor en las competencias genéricas de los egresados de las Facultades de Medicina, dejando atrás para Latinoamérica lo que los médicos Ortiz Moreira y Gajardo Navarrete observaran en una investigación en la Universidad de Concepción, en Chile : que competencias para la actuación con bioética y responsabilidad social, tuvieron una menor consideración en la ponderación del perfil de egresados.
El autor no solo habla desde uno de sus deseos: contribuir a aumentar la calidad en la atención de los pacientes quirúrgicos, sino que logra mucho más: entusiasmar, y logra, asimismo, reavivar la llama sobre la importancia del registro de la experiencia médica y la labor docente. Hay siembras que se desconoce las flores que darán. En el siglo XVII, John Graunt tuvo la dedicación de escribir en un cuaderno, no solo nacimientos, sino enfermedades y muertes en Londres. Esa labor daría paso a lo que luego sería un registro formal de enfermedades, y a lo que se conoce como el análisis de sobrevida. Así, y tal vez sin proponérselo, Graunt contribuyó tanto la estadística de una enfermedad como el cáncer, como al establecimiento de la dinámica de la enfermedad y las políticas de salud.
Invito a disfrutar de la entrega de Encalada Calero: una entrega desde la capacidad de entender y la capacidad de querer; desde el conocimiento y la afectividad; desde la teoría y la práctica humanista. Ojalá -quiera Dios- tengamos al hombre, amigo, médico, docente, escritor e imaginador de mundos mejores, por muchos años más, y sea como hasta ahora, tanto su vida como su obra, ejemplo de presentes y futuras generaciones.
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